domingo, 9 de diciembre de 2012

Crónica de la visita de Evo Morales en Madrid


Tomando infusión de coca que nos regalaron ayer, me da por escribir algunas impresiones que tuve en el estreno de la película "Insurgentes" y la visita de Evo Morales a Madrid.

La Gran Vía estaba de por sí abarrotada en fechas cercanas a la Navidad, lo que hizo que la espera en la entrada del Cine Capitol fuese realmente agobiante. Dos enormes carteles promocionales de la película se exhibían en el cine, y entre ellos una enorme foto de Evo con el título "Presidente de la República Plurinacional de Bolivia, EVO Morales".

Entre agentes de la UIP abriendo espacio para un recibimiento oficial, trato de asomar la cabeza entre la muchedumbre para ver si veo llegar al líder boliviano, pero mis intentos son fallidos. Al final entramos prácticamente los últimos, subimos las escaleras hasta el mirador y tomamos nuestros asientos, donde nos espera una bolsita con la bandera de Bolivia y del movimiento indígena, dulces de coca y un paquete de mate de coca.

Con cerca de una hora de retraso, por fin salen a la tribuna la embajadora de Bolivia en Madrid, Carmen Almendras, y el presidente Evo Morales. La expectación es, desde luego, ante el discurso de éste último.

Evo hace un breve repaso a la situación indígena en Bolivia y a su experiencia en los movimientos sociales, además de las campañas de desprestigio ante su figura (hablamos de un hombre acusado de narcotraficante por defender los derechos de los plantadores de coca, una planta tradicional de las culturas indígenas, y sobre el que se han volcado directamente insultos racistas por ser un indio que aspiraba al poder). Destacable la anécdota de su primera visita a Europa, donde es invitado a la casa de un campesino francés que tiene teléfono y ducha (¡caliente, además!) y un garaje a control remoto, "lujos" todos ellos impensables para la mayoría de la población agraria boliviana.

Hace una enumeración de los logros de sus 7 años de gobierno:

"Los servicios básicos no pueden ser de dominio privado, tienen que ser de servicio público. ¿Cómo puede ser el agua, que es la vida misma, un derecho privado?"

"La empresa está aquí (en Bolivia) para ganar, no para saquear".

"Ahora es el 80 por ciento para los bolivianos y el 18 por ciento para las empresas. Eso es la nacionalización, eso ha hecho cambiar la economía nacional" (habla de la nacionalización de los hidrocarburos, antes la proporción era inversa)

"La inversión pública en Bolivia en 2005 era de 600 millones de dólares (464 millones de euros), de esos 600 millones, el 70 por ciento eran créditos o procedían de la cooperación, sólo el 30 por ciento de la inversión era de los bolivianos. Este año llegamos a los 6.000 millones de dólares(4.641 millones de euros) de inversión"

En mi opinión, y ando con pies de plomo pues conozco poco la realidad boliviana, tanto Evo Morales como Correa o Chávez son el intento de llevar la socialdemocracia a América Latina. Esa imagen de radicalismo se da ante la derechización de todo el panorama internacional y la crudeza tradicional de los métodos de expolio del capital en este continente, que pretenden negar cualquier mínimo avance o cambio de rumbo.
           
No creo que deba caerse en los personalismos y mitificaciones que se fomentan desde estos Estados (Bolivia no es excepción, como vimos con la película), ni olvidar que siguen siendo países capitalistas, donde persiste la lógica del capital (aunque sea del capital nacional) y, por lo tanto, defenderán determinados intereses y reprimirán cuando "tengan que hacerlo". Ejemplo de ello es la represión del propio gobierno boliviano hacia movimientos indígenas que protestaban contra la construcción de una autopista el año pasado.

Sin embargo, tampoco debemos ser más papistas que el Papa e ignorar la importancia que tienen estos procesos tanto a nivel global como a nivel de sus propias poblaciones, el significado de que el primer líder indígena de América Latina llegue tras 500 años de explotación y la resistencia del capital internacional a que lleven a sus poblaciones mejoras del nivel de vida que cualquier persona debería considerar básicas. Tampoco debemos ignorar el contexto hostil en el que esto sucede, y los sistemas de propaganda y personalismo que se están desarrollando tanto en contra como a favor de Venezuela, Ecuador y Bolivia.

Aún así, es interesante que venga Evo Morales a un país donde las políticas de ajuste neoliberal están hundiendo la economía, a contar los importantes avances que se han llevado a cabo en Bolivia tan sólo por seguir el camino contrario. Son el tipo de discursos que, a pesar de todo, no deberían darse en un cine ante gente ya convencida, sino que deberían ser escuchados por buena parte de la población de este país...

En conclusión, no pondría la mano en el fuego por Evo Morales ni su gobierno, mi óptica es y será libertaria, pero aún así hay que valorar y comprender estos procesos de cambio y movilización en todas sus consecuecias (tarea mucho más difícil que repetir discursos).

Mención aparte merece la película "Insurgentes", con una estética visual y una estructura narrativa tan lenta y pesada que creo que aumentó el dolor de cabeza que ya arrastraba durante todo el día... La propaganda gubernamental es obvia (las tres escenas en las que sale Evo Morales son épicas); tan obvia que ha causado polémica en Bolivia incluso entre los movimientos sociales y los seguidores/as de la obra del cineasta de culto Jorge Sanjinés...

Ahora tengo pendiente ver otras de sus películas, como "La nación clandestina", considerada por much@s la mejor obra del cine boliviano, para juzgar "Insurgentes" en su contexto.



domingo, 13 de mayo de 2012

15 Mentiras. Respuesta a la portada de La Razón


            La Razón debe ser, sin duda alguna, el periódico de tirada nacional que más manipula la información y que más incita al odio. La polémica portada de hace unos días en la que daban datos y “antecedentes” de líderes estudiantiles simulando carteles de “Se Busca” son el ejemplo más vergonzoso de ello.

            La campaña que tiene contra el movimiento 15-M es digna del mejor tertuliano de Intereconomía, y la portada de hoy (13 de mayo) sobre el aniversario del movimiento deja clara sus intenciones: “15-M, 15 Mentiras”.

            Humildemente, como participante activo de las asambleas de barrio del movimiento, quiero dar una respuesta a los 15 puntos con los que el “periodista” (por llamarle de algún modo) Alfonso Merlos de La Razón saca a relucir nuestros trapos sucios…

1- No protegen las raíces de la democracia.
           
            Esto depende de cuáles sean las raíces de la democracia. Si las raíces de la democracia son el poder del pueblo, el respeto a la diversidad y la participación en la toma de decisiones, el 15-M no sólo protege las raíces de la democracia, sino que es uno de los movimientos a gran escala que más las respeta. Esto es algo que cualquiera con un mínimo de valores democráticos es capaz de ver si se digna a acercarse a la asamblea de su barrio.
            Ahora, si las raíces de la democracia son la legislación vigente y el magnánimo derecho de decidir cada cuatro años cuál de los dos titanes bipartidistas va a tomar decisiones por nosotros/as sin rendir cuentas ante nadie, en tal caso, NO, NO PROTEGEMOS LAS RAÍCES DE LA DEMOCRACIA.

            2- No están desligados de los antisistema.

            Para empezar, no estamos desligados de nadie a título individual. Cualquiera es libre de venir a las asambleas y participar en el movimiento.
            Cuando se dice “antisistema”, la gente se imagina crestas, ácratas consumiendo drogas y cubetos en llamas. Si se refieren a eso, el 15-M lleva un año demostrando el carácter cívico de sus movilizaciones. ¿Que en ocasiones ha habido algún grupo que ha provocado disturbios? Sí, aunque por lo general ha sido la propia policía… Sea como sea, a esta última semana me remito: disturbios, barricadas y 32 detenidos en los festejos del Atlético de Madrid. Ningún disturbio y 18 detenidos en el intento de acampada en Sol…
            Pero hay otro tipo de antisistema, ya que antisistema es, por definición, toda persona que se posiciona en contra de este sistema y propone alternativas. En este sentido, SÍ, SOMOS ANTISISTEMA.

            3- No presentan herramientas para el cambio.

            Me encanta la gente que cree que la política se hace en unos meses. El 15-M ha cumplido su mayor función de cambio: ha conseguido unificar a casi todos los movimientos sociales y a personas aisladas en torno a un solo eje que coordina, convoca y sirve de bandera. Han vuelto a poner el debate político en las plazas, ha empezado a romper la pasividad (sí, sólo “ha empezado”) y ha rescatado los valores de la democracia, el respeto y el civismo. Ha vuelto a ponernos esa etiqueta de la Revolución Francesa que el propio discurso liberal lleva siglos pregonando: CIUDADANÍA.
            Estos “periodistas” y tertulianos pretenden que consigamos en un año, abarcando todo tipo de opiniones e ideologías, dar un programa político mágico que no han dado ni siquiera la gente a la que se paga para ello.

            4- No defienden a los políticos responsables.

            Según La (sin)Razón, acusamos a ciertos políticos que son “grandes gestores” y muy responsables, e ignoramos la corrupción de políticos de izquierda o sindicalistas. Aunque puede ser cierto que, en general, peca de desconfiar de todo tipo de políticos, esto es, abiertamente, UNA MENTIRA. El 15-M ha acusado a todo tipo de políticos corruptos, y los sindicatos, desde luego, no han sido una excepción. ¿Alguien se acuerda de los bloques críticos y las manifestaciones alternativas convocadas por el 15-M?

            5- No defienden a los que más sufren la crisis, por ejemplo, los comerciantes.

            MENTIRA. El 15-M lleva un año fomentando el consumo local y el apoyo al pequeño comercio frente a los poderes de las grandes plataformas y multinacionales. Además, las famosas pérdidas de ganancias que provocamos en los comercios aledaños a Sol quiero saber de dónde salen, pues creo que anoche unos cuantos casi agotan sus existencias.
            Y por cierto, los comerciantes, por muy jodidos que estén, no son quien más sufre la crisis. Están quienes sufren los recortes, las familias desahuciadas, las personas en paro y con trabajos precarios. Nadie puede negar que las asambleas de los barrios han tratado de estar ahí SIEMPRE.

            6- No quieren más democracia, sino un modelo mixto socialista, comunista y anarquista.

            Para empezar, y obviando la patada a la teoría política que supone esta frase, el 15-M abarca multitud de opiniones, ideologías y sensibilidades distintas. ¿Cómo puede un movimiento “no tener propuestas” y a la vez “tener propuestas comunistas”? Nuestras propuestas son las opiniones que consiguen consensuarse en cada asamblea entre diversidad de voces. Dejen de prejuzgar y escuchen qué se propone, y si les parece bien olviden las “advertencias” de tertulianos y demás fauna.
            Y, por cierto, ya que estamos no estaría nada mal que la gente le echase, al menos, un vistazo a lo que significan socialismo, comunismo y anarquismo. Sólo después de hacer eso podrán juzgar con criterio.

            7- No todos son pacifistas.

            Cierto. Pero menos pacifista es el partido que nos gobierna, que ya nos metió en una guerra a pesar de la oposición brutal de la población. Y menos pacifista es el Estado, que apalea a personas no violentas por la espalda, como ya hemos visto en diversas manifestaciones. Ninguna de estas dos cosas es comparable con un manifestante que rompe un cajero.
            Y, además, unas barricadas en Barcelona y disturbios NO SON GUERRILLA URBANA. Las guerrillas urbanas eran (son) bandas armadas, organizadas y que han llegado a dar golpes dignos de fuerzas especiales.

            8- No creen en el sufragio universal.

            Ni me molesto en contestar…

            9- No se rebelan contra toda forma de injusticia social.

            Aquí sale a la luz la pantomima de la libertad individual capitalista. Vamos, que, en palabras de Esperanza Aguirre, estamos “privatizando los espacios públicos”. Los mismos que recortan la educación, la sanidad, las pensiones y los derechos laborales a un país entero son los mismos que nos acusan de “privatizar”. El “periodista” de La Razón nos acusa de privar de “libertad de movimiento” a la gente cuando ocupamos las plazas. Respetamos la libertad individual, pero no vamos a dejar de luchar porque algunas personas sean tan sumamente cínicas que les moleste vernos en la calle.

            10- No son solidarios.

            Su aplastante argumento se basa en que si fuésemos solidarios en vez de ocupar plazas estaríamos dando platos de comida a los hambrientos. Damas y caballeros, lo que queremos no es darle platos de sopa a los pobres que crea el sistema, QUEREMOS QUE NO HAYA POBRES A LOS QUE DAR PLATOS DE SOPA.
            Solidaridad y caridad no son necesariamente lo mismo, y aquí estamos luchando por los derechos de todos y todas, por el futuro de todos y todas y por cambiar la realidad en todos los barrios. La red de apoyo mutuo que se está creando es solidaridad.
Y, en todo caso, tendría derecho a acusarnos alguien que dedica su vida a ayudar a los demás. Una persona leyendo La Razón y observándonos desde una terraza, sin hacer otra cosa, NO TIENE DERECHO a llamarnos insolidarios.

11- No son apartidistas, sólo se oponen a algunos partidos que no son de su agrado.

Somos apartidistas en tanto que tratamos de evitar ser manipulados por intereses de partidos (algo difícil, por cierto). Pero aceptamos, a título individual, a todo tipo de personas de todo tipo de partidos.
Además, el 15-M como movimiento nunca se declaró en contra de los partidos políticos, sólo en contra de PP y PSOE. De hecho, en las elecciones nunca ha pedido la abstención sino el voto responsable.

12- No se organizan de forma horizontal.

Según estos genios de la ciencia ficción, nos organizamos según un modelo verticalista soviético de arriba abajo. Sólo tengo una cosa que decir al respecto: JA JA JA JA.

13- No se rebelan contra toda forma de impunidad.

Su argumento es que intentamos echar para atrás las multas y juicios de personas detenidas. Porque, claro, debemos pedir la misma mano dura para el pobre que sale a manifestarse que para el miembro de la familia real que estafa o se va a cazar elefantes, ¿no?

14- No representan a la mayoría.

Esto es CIERTO. Pero no por ello vamos a quedarnos callados. De hecho, el PP tampoco representa a la mayoría (tiene menos de la mitad de los votos… sin contar la abstención). La diferencia entre nosotros/as y ellos es que nosotros tratamos de llegar a más gente, somos inclusivos y aceptamos todo tipo de propuesta. Somos abiertos. El PP, que tampoco representa a la mayoría, tiene derecho legal para hacer lo que quiera durante los próximos cuatro años, incluso destrozar nuestro país y terminar de venderlo al capital.

15- Sólo son inconformistas cuando les conviene.

Nos acusa de que sólo luchamos cuando hace buen tiempo. No voy a negar que hay demasiada gente que no es capaz de bajar a una asamblea cuando hace frío. (Por cierto, señor Merlos, ¿baja usted?). Pero se han hecho movilizaciones constantes durante todo el año, y eso es innegable. Es más… LA PRIMERA ACAMPADA RESISTIÓ LLUVIAS TORRENCIALES.


En conclusión, esta panda de propagandistas no sólo es que manipulen la realidad, es que directamente prefieren ignorarla y soltar una sarta de mentiras que, encima, tienen el valor de poner en portada. Aunque no podemos negarles que el título es acertado: esto no son ni más ni menos que 15 Mentiras.



viernes, 11 de mayo de 2012

Dictadura del proletariado y revolución (Eric Hobsbawm)

Extraído del libro Cómo cambiar el mundo, del historiador británico Eric Hobsbawm.


            Así pues, la experiencia del jacobinismo arrojó luz al problema del Estado revolucionario transicional, incluyendo la <dictadura del proletariado>, un concepto extensamente debatido en posteriores discusiones marxistas. Este término, poco importa si provenía de Blanqui, entró por primera vez en el análisis marciano en los años posteriores a la derrota de 1848-1849, es decir, en el escenario de una posible nueva edición de algo parecido a las revoluciones de 1848. Las posteriores referencias a dicho término se producen principalmente después de la Comuna de París y en relación con las perspectivas del Partido Socialdemócrata alemán en la década de 1890. A pesar de que nunca dejó de ser un elemento crucial en el análisis de Marx, el contexto político en el que se discutió cambió, pues, profundamente. De ahí algunas de las ambigüedades de los debates posteriores.

            Al parecer el propio Marx nunca utilizó el término <dictadura> para describir una forma específica de gobierno institucional, sino que siempre lo hizo para describir el contenido más que la forma de gobierno de grupo o clase. Por lo tanto, para él la <dictadura> podía existir con o sin sufragio universal. Sin embargo, es probable que en una situación revolucionaria, cuando el objetivo principal del nuevo régimen proletario ha de ser el de ganar tiempo adoptando inmediatamente <las medidas necesarias para intimidar suficientemente a la masa de la burguesía>, dicho gobierno tendiese a ser más abiertamente dictatorial. El único régimen realmente descrito por Marx como una dictadura del proletariado fue la Comuna de París, y las características políticas del mismo en las que hizo hincapié eran, en sentido literal, lo opuesto a dictatorial. Engels citó la <república democrática> como su forma política específica, <tal como ya había demostrado la Revolución Francesa>, y la Comuna de París. No obstante, puesto que ni Marx ni Engels se pusieron a elaborar un modelo universalmente aplicable de la forma de la dictadura del proletariado, ni a predecir todos los tipos de situaciones en los que podría aplicarse, no podemos concluir nada más a partir de sus observaciones aparte de que debería combinar la transformación democrática de la vida política de las masas con medidas para prevenir una contrarrevolución de manos de la derrotada clase dirigente. No tenemos autoridad textual alguna para hacer especulaciones acerca de cuál habría sido su actitud ante los regímenes postrevolucionarios del siglo XX, excepto que casi con toda probabilidad le habría dado la mayor prioridad inicial al mantenimiento del poder proletario revolucionario contra los peligros del derrocamiento. Un ejército del proletariado era la precondición de su dictadura.

            Como es bien sabido, la experiencia de la Comuna de París aportó importantes amplificaciones al pensamiento de Marx y Engels sobre el Estado y la dictadura proletaria. La maquinaria del viejo Estado no podía ser simplemente derrocada, sino que tenía que ser eliminada; aquí parece que Marx pensaba básicamente en la burocracia centralizada de Napoleón III, así como en el ejército y la policía. La clase obrera <tenía que protegerse contra sus propios representantes  y funcionarios> para evitar <la transformación del Estado y de los órganos del Estado de siervos de la sociedad en sus dueños> como había sucedido en todos los Estados anteriores. Aunque este cambio se ha interpretado principalmente en posteriores debates marxistas como la necesidad de salvaguardar la revolución contra los peligros de la maquinaria del viejo Estado superviviente, el peligro previsto se aplica a cualquier maquinaria de Estado a la que se permite establecer autoridad autónoma, incluida la de la propia revolución. El sistema resultante, discutido por Marx en relación a la Comuna de París, ha sido objeto de intensos debates desde entonces. Poco hay en él que no sea ambiguo a excepción de ha de estar compuesto por <siervos responsables (electos) de la sociedad> y no por una <corporación que se alce por encima de la sociedad>.

            Sea cual fuere su forma exacta, el gobierno del proletariado sobre la derrotada burguesía ha de mantenerse durante un periodo de transición de duración incierta y sin duda variable, mientras la sociedad capitalista se transforma gradualmente en una sociedad comunista. Parece evidente que Marx esperaba que el gobierno, o más bien sus costes sociales, <se marchitase> durante este período. Aunque distinguía entre <la primera fase de la sociedad comunista, tal como surge de la sociedad capitalista tras un largo y doloroso período> y una <fase más elevada>, en la que puede aplicarse el principio <de cada uno según su capacidad, a cada uno según la necesidad>, porque las viejas motivaciones y limitaciones de la capacidad y productividad humanas habían quedado atrás, no parece que plantease ninguna marcada separación cronológica entre las dos fases. Puesto que Marx y Engels rechazaban de forma inflexible esbozar el retrato de la futura sociedad comunista, cualquier intento de reconstruir sus observaciones fragmentarias o generales al respecto para obtener uno ha de evitarse por engañoso. Los propios comentarios de Marx sobre estos puntos, que le fueron sugeridos por un documento poco convincente (el Programa de Gotha), evidentemente no son exhaustivos. Se limitan básicamente a reafirmar principios generales.

            En general la posibilidad posrevolucionaria se presenta como un largo y complejo proceso de desarrollo, no necesariamente lineal y esencialmente impredecible en estos momentos. <Las exigencias generales de la burguesía francesa antes de 1789 estaban más o menos establecidas, como –mutatis mutandis- lo están las exigencias inmediatas del proletariado hoy en día. Eran más o menos las mismas para todos los países de producción capitalista. Sen embargo, ningún francés posrevolucionario del siglo XVIII tenía la menor idea, a priori, del modo en que en realidad habían de llevarse a cabo estas exigencias de la burguesía francesa>. Incluso después de la revolución, como él bien observó en relación con la Comuna, <la sustitución de las condiciones económicas del esclavismo de trabajo por las del trabajo libre y asociado tan sólo puede ser resultado de la obra progresiva del tiempo>, que <la actual “operación espontánea de las leyes naturales del capital y de la propiedad de la tierra” sólo puede reemplazarse por “la operación espontánea de las leyes de la economía social del trabajo libre y asociado” en el curso de  un largo proceso de desarrollo de nuevas condiciones>, tal como había ocurrido en el pasado con las economías feudales y esclavistas. La revolución tan sólo podía iniciar este proceso.

lunes, 7 de mayo de 2012

NEONAZIS en el parlamento griego.


            No es ningún chiste.

            Tras la jornada de elecciones de ayer, todo el mundo tiene los ojos en Hollande, el pseudo-socialista francés, pero realmente el país que presenta el parlamento más interesante y preocupante a la vez es Grecia.

            El ascenso de las fuerzas de izquierdas como el Partido Comunista KKE y la Coalición de la Izquierda Radical (segundo grupo más votado) son, a priori, buenas noticias. Significa un giro importante a la izquierda anticapitalista, y debemos verlo con buenos ojos (aunque, claro, todavía está por ver qué tipo de acciones tomarán y cómo se desarrollarán las cosas).

            Sin embargo, la moneda tiene una doble cara: el auge de la extrema izquierda ha venido acompañado del preocupante ascenso de la ultraderecha, especialmente del partido neonazi Amanecer Dorado, que ha obtenido 21 escaños.

            Repito, no es ningún chiste: estamos hablando de un partido que afirma querer librarse de la “escoria inmigrante”, que ha propuesto minar la frontera para evitar la entrada de inmigrantes (irónicamente, son los griegos a día de hoy los que emigran), que tiene simpatizantes en la policía y los servicios de inteligencia griegos y que ha usado a sus militantes prácticamente como fuerzas paramilitares en diversas y terribles agresiones. El propio líder, Nikos Mijaloliakos, cumplió condena de trece meses de cárcel por un intento de atentado con bomba en un cine (o eso, al menos, dice la prensa oficial).

            Las situaciones de crisis fomentan el ascenso de los fascismos y los sentimientos ultra-nacionalistas, que abanderan un discurso visceral y fácil de comprender para las masas desesperadas. Así fue el ascenso de Hitler al poder, tras el injusto Tratado de Versalles y el crack del 29.

            Grecia es un país en quiebra, con una situación política de una inestabilidad y una precariedad económica peligrosa y preocupante. Y no sólo eso, está intervenida por Europa. Es un país que ha perdido por completo su soberanía nacional, uno de los pilares del propio discurso liberal y del Estado moderno. La reacción no debe sorprendernos: el sentimiento nacionalista llevado al extremo, el neofascismo. Esto sumado a la facilidad de culpar a la inmigración de muchos de los problemas y al miedo de mucha población al auge de la extrema izquierda, son los ingredientes para un cóctel explosivo.

            No hay duda de que las fuerzas de izquierda y antifascistas son más potentes en el parlamento griego que Amanecer Dorado. Sin embargo, lo que queda claro es la polarización brutal a la que está llegando el país, peligrosa semilla de toda guerra civil o sistema dictatorial.

            Debemos mirar a Grecia con cuidado, pues sabemos que nuestro país va encaminado a una situación económica similar, y tenemos que luchar por evitar un cuadro así en las próximas elecciones.

            Ya en las últimas elecciones municipales de 2011, hubo un concejal del partido de ultraderecha España 2000 en la ciudad de Alcalá de Henares (Madrid). Esperemos, al menos, que la existencia en España de movimientos de discurso “nacional revolucionario”, pero de corte anti-racista y anti-xenófobo (como pueda ser Falange) pueda servir de colchón para el descontento social derechista…

            Hay algo más que debemos tener en cuenta. Amanecer Dorado no ha obtenido esos resultados sólo por un descontento social, sino por haber sabido canalizarlo y transmitir confianza a muchos griegos/as desesperados. A.D. ha estado haciendo labor social en muchos barrios, llevando comida a las familias (griegas, por supuesto) de sectores marginales de la población.

            Hay un testimonio de un ateniense que cuenta cómo un grupo de paquistaníes había ocupado un local de su pertenencia en el que quería montar un pequeño negocio. La policía no podía hacer nada, pero un agente le pasó el contacto de Amanecer Dorado. Un grupo de militantes del partido llegó al local y desalojó a los paquistaníes, propinando a muchos brutales palizas. Este tipo de acciones, que son a la vez una muestra de crueldad y de solidaridad étnica-nacional, pueden hacer que ciudadanos griegos que, en ocasiones normales jamás habrían confiado en un nazi, sientan que Amanecer Dorado es el único grupo que hace algo por ellos.

            Del mismo modo, en Italia están extendiéndose los movimientos neofascistas que realizan okupaciones para alojar a familias italianas o realizar actividades sociales.

            Por suerte, en España, gran parte de este tipo de iniciativas pertenecen a movimientos de distintas ramas de la izquierda. Pero debemos aprender de la lección griega. Si queremos que triunfe una alternativa anticapitalista de izquierdas, democrática, participativa y solidaria no debemos limitarnos a protestar, separarnos en grupúsculos, repetir consignas y hacer apología de la destrucción.

            Debemos, sobre todo, construir. Construir los lazos sociales, el colchón social y las redes que se van a deteriorar (ya lo hacen) con las nuevas medidas de “austeridad” neoliberales. Tenemos que estar junto a la población en sus peores momentos, tenemos que actuar de forma constructiva y productiva en nuestros barrios y pueblos. Tenemos que ser los primeros en llevar a la práctica nuestro mensaje, y hacer que la gente experimente las ideas, actitudes y valores que pretendemos transmitir. Sólo así podrán juzgarnos con conocimiento, para bien o para mal.

            Estamos ante momentos cruciales de una incertidumbre política aplastante. De nosotros/as depende dar lo mejor que sepamos.

            Fuerza y apoyo al pueblo griego.

            Fuerza y esperanza a todos los pueblos del mundo. 









viernes, 27 de abril de 2012

Ho Chi Minh y la lucha de Vietnam


            Si existe un país paradigma del colonialismo y la crueldad de las grandes potencias, ése es Vietnam.

            Si existe un país que sea un ejemplo de lucha, resistencia y valor, ése es Vietnam.

            Si existe un líder que sea un icono de las revoluciones y la paz, ése es Ho Chi Minh.



         Vietnam, antigua colonia francesa, fue la primera revolución triunfante en Asia. Se enfrentó a la Francia colonialista, y venció. Se enfrentó a Estados Unidos, y venció.
           
            Todos hemos visto películas de Vietnam: La chaqueta metálica, Apocalipse Now, Forrest Gump… Hemos visto los movimientos por la paz, a John Lennon cantando Imagine y al movimiento hippie rompiendo cartas de reclutamiento. Siempre hemos visto Vietnam a través de los ojos de los norteamericanos, y aunque los vietnamitas ganaron la guerra, han pasado a la historia como los malos de las películas y sin que mucha gente sepa su historia.

            ¿Qué fue lo que pasó en Vietnam?

            Desde la segunda mitad del siglo XIX, el ejército francés ocupó como colonia la zona de Indochina, lo que hoy serían Laos, Camboya y Vietnam. Éste último estaba dividido en tres provincias: Tonkín, Annam y Cochinchina.

            Dudo que seamos capaces de imaginar el horror de vivir en un país colonial. Los vietnamitas eran seres de segunda categoría. No tenían derecho a expresarse, ni a reunirse, ni a decidir, ni a poseer nada. El ejército francés y sus colonos eran la autoridad, podían hacer lo que quisieran, y eran comunes los abusos, torturas, violaciones, crímenes, etc. Por las cárceles y los pelotones de fusilamiento pasaban todos aquellos que no estuviesen contentos con el gobierno títere. Las tierras de los campesinos habían sido apropiadas por terratenientes y colonos franceses, e incluso por la Iglesia Católica. En las hambrunas, los campesinos que trabajaban la tierra veían cómo su comida era desviada por los franceses para abastecer a sus tropas.

            En este contexto atroz, a principios de los años 40, en plena II G.M., se inicia la guerra de guerrillas de la Liga Nacionalista del Vietnam (Viet Minh), liderada por Ho Chi Minh. Con un apoyo popular masivo, el Vietminh toma Hanoi en agosto de 1945, cuando Japón (que había invadido Indochina) es derrotado y a Francia aún no le ha dado tiempo a ocupar de nuevo sus colonias. En las provincias de Tonkín y Annam se funda la República Democrática de Vietnam. La Cochinchina sigue perteneciendo a un gobierno títere de Francia. Se prometen unas elecciones en Cochinchina para unirse a sus vecinos. Nunca se celebran.

            En las primeras elecciones libres de Vietnam, el Vietminh gana con una mayoría abrumadora frente a otros grupos nacionalistas. Los ánimos del pueblo pretenden el linchamiento de cada francés que se encuentran por las calles, y el ala dura del Partido Comunista tiene un fuerte espíritu belicista. Sin embargo, Ho Chi Minh no quiere meter al país en una guerra, por lo que busca negociar con Francia.

            Francia, el antiguo explotador, el ladrón, el genocida, no puede permitir que Vietnam sea independiente, por lo que en las negociaciones pide la mano y trata de agarrar el brazo… Ho Chi Minh advierte de que si Vietnam entra en guerra la ganará, pero quiere ahorrarse el sufrimiento de su pueblo.

            Sin embargo, la escalada de tensión aumenta, y estalla la guerra de Indochina, entre Vietnam y Francia, entre un país que exige su derecho a la paz y la independencia, y un imperio que exige su privilegio de seguir explotando. Casi diez años durará esta guerra, que termina en 1954 con la victoria de Vietnam.

            Vietnam queda partido en dos mitades: Vietnam del Norte (Tonkín y Annam) y Vietnam del Sur. Arriba, un régimen comunista. Abajo, una dictadura de derechas apoyada por Estados Unidos. Los conflictos empiezan cuando un grupo de monjes budistas se organiza en resistencia al gobierno de Vietnam del Sur. Uno de ellos se inmola en una plaza pública en protesta contra el regimen. En 1960, se forma la guerrilla Frente de Liberación Nacional (Viet Cong), que más tarde recibiría el apoyo de Ho Chi Minh y Vietnam del Norte.

            El presidente de Vietnam del Sur, Ngo Dinh Diem, a pesar de ser de derechas, era demasiado nacionalista para los intereses de USA. Un golpe de Estado apoyado por la CIA le derroca en 1963, y un nuevo gobierno fiel a Estados Unidos inicia bombardeos a civiles en Vietnam del Norte. Así estalla abiertamente la guerra de Vietnam, una guerra que durará más de 10 años…

            En 1975, las tropas de Vietnam del Norte toman la capital de Vietnam del Sur, Saigón, y expulsan a las tropas norteamericanas que quedan en el país. Vietnam se unifica y se declara independiente. Nace la República Socialista de Vietnam.

            Ho Chi Minh, el icono y líder de esta eterna lucha, no llegará a ver la unificación de su país. Murió en 1969.

            Vietnam es un país que sufrió 50 años de colonización, y su independencia le costó 30 años de guerra, destrucción y dolor que dura hasta nuestros días, pues siguen naciendo miles de niños y niñas deformes por el agente naranja que usó Estados Unidos como arma química.

            ¿Fue Ho Chi Minh un dictador? Sí, y hubo momentos en los que el puño de hierro del Partido no se hizo esperar. Pero creo que es un caso que no podemos juzgar sentados en un sillón. Creo que Ho Chi Minh hizo lo que mejor se podía hacer por su pueblo en una situación tan salvajemente atroz, en un contexto tan duro como el del Sudeste Asiático… Y no olvidemos que si alguien provocó muertes, dolor y barbarie a los pueblos indochinos fueron Francia y Estados Unidos, con sus colonias, sus imperios, sus ejércitos, su NAPALM y su agente naranja.

            No olvidemos la lucha de Vietnam.

            No olvidemos el precio que el capitalismo y la democracia le hacen pagar a un pueblo que sólo pide una cosa: EL DERECHO DE VIVIR EN PAZ.


jueves, 26 de abril de 2012

Mohamed Nasheed y las islas Maldivas


Mohamed Nasheed es el ex-presidente de las islas Maldivas, uno de esos países de los que jamás nadie se preocupa si no es para bañarse en una playa paradisíaca, beber leche de coco y descansar bajo una palmera...

Nasheed no es un gran revolucionario, ni uno de esos líderes anti-imperialistas que le plantan cara a las grandes potencias. Ni siquiera creo que sea socialista. No es Lenin, no es Ho Chi Minh, no es el Ché.

Simplemente es un hombre desesperado.

Desesperado porque tras pasar 6 años en la cárcel, luchar contra el régimen del dictador Gayoom y ganar en 2008 las primeras elecciones de la historia de Maldivas, se encuentra al frente de un país que corre un grave peligro de desaparecer de la faz de la tierra.

Y es que las Maldivas, un conjunto de unas 2000 islas con 300.000 habitantes son el país más bajo del planeta, con una altitud máxima de 2'5 metros sobre el nivel del mar... y rodeados de océano Índico.

Con el tsunami de 2004 ya vieron una muestra de los peligros a los que se enfrentan: en sólo una hora perdieron el 50% del PIB, por no hablar de las miles de personas muertas.

Nasheed ha sido uno de los líderes mundiales más importantes en la lucha contra el cambio climático. No se juega un salario o un puesto de trabajo, no politiquea con intereses económicos o discursos morales abstractos. Lucha por la supervivencia de su familia, de sus amigos, de su tierra, de sus compatriotas, de su cultura, de su idioma...

Si el nivel de carbono en la atmósfera no se reduce a las 350 partes por millón, y el aumento de la temperatura no se limita a 1'5 º, el aumento del nivel del mar será suficiente como para arrasar con las Maldivas y sus 300.000 habitantes en menos de un siglo. Otros países y ciudades costeras de baja altitud irán detrás. El resto del mundo no podrá ignorar las consecuencias.

EL cambio climático ya está destruyendo la pesca de la zona, arruinando la economía del país.

Y mientras Nasheed y los suyos se juegan la vida y sufren hoy por hoy las huellas del calentamiento global, tiene que ver cómo todos sus proyectos de supervivencia se estrellan contra la burocracia y la intransigencia de las cumbres de la ONU; contra los intereses económicos e imperialistas de países como EEUU, China o India; contra el poder de las grandes industrias de combustible fósil. Y no tiene fuerza para plantar cara, ni recursos con los que negociar.

Y mientras Nasheed y los suyos se juegan la vida, mientras decenas de miles de familias en Maldivas, y millones más en el mundo entero, corren riesgo de morir o arruinar su existencia a causa del mayor desastre ecológico de la historia, en los países del Primer Mundo nos creemos con el solemne derecho de sentarnos a debatir si el cambio climático es real.

Y mientras tanta gente sufre tenemos los santos cojones de abusar de coche y de aire acondicionado, y de calefacción y de sobre consumo energético, en aras de nuestra sacra libertad individual, que viene a significar “me da igual que se pudra la humanidad mientras yo tenga un sillón y una tele donde verlo”.

Nasheed tiene motivos para estar desesperado. Y más cuando hace unos meses ha sido derrocado por un golpe de Estado.

Es importante que su historia se conozca y que, al menos, todos pongamos un grano de arena a su causa…



viernes, 20 de abril de 2012

¿Qué es una Revolución?


            En momentos como éste, de crisis y cambio, nos toca a los que proponemos y buscamos alternativas hacer una dura autocrítica. Muchas veces, desde la izquierda, cubiertos por el manto moral que nos da la convicción en lo justo y humano de nuestras ideas, creemos que tenemos una razón absoluta y que todo se nos puede perdonar. Dicen por ahí que las causas nobles no siempre son defendidas por personas nobles, y en la izquierda a veces hay personas menos nobles que sus ideales

            Pecamos de muchos errores que señalamos a la derecha: dogmatismo, intolerancia, militantes sin conciencia que son de izquierda simplemente porque es atractivo, gente egoísta, gente con afán de protagonismo y poder, gente que dice pero no hace, fanáticos, hippies utópicos, etc. Pero si hay algo en lo que pecamos es en EL ODIO, LA RABIA.

            Se nos llena la boca hablando de revolución, pero ¿cómo vamos a hacer una revolución basada en el odio? El odio, la rabia, la ira, la venganza, son sentimientos naturales cuando conoces la realidad y las atrocidades del capital, pero no pueden ser el pilar de un movimiento revolucionario, porque sólo representan la parte destructiva del ser humano.

            Y una revolución es, ante todo, constructiva. Una revolución no es sólo destruir el antiguo sistema, es de-construirlo, destruirlo para construir uno nuevo encima. Y este nuevo sistema no podemos construirlo sobre el odio, sino sobre valores dignos de tal esfuerzo.

            Por algún motivo, las sociedades tenemos la tendencia a polarizarnos en extremos opuestos. Quizás porque los radicalismos sean más fáciles de comprender, requieran menos esfuerzo, que los puntos medios y las amplias escalas de grises. Ahora mismo nos encontramos con una polarización importante entre la acción violenta y la no-violenta; entre pacifistas utópicos y grupos apologistas de la violencia como el único camino…

            Creo que la historia ha dejado suficientemente claro que toda revolución es violenta. Pretender que las grandes empresas y los Estados van a renunciar a su poder por la presión de gente sentada en una plaza o dando palmas es ignorar las experiencias anteriores o no ser consciente del potencial de crueldad que tiene el capital. La violencia es un proceso necesario (y duro, y trágico) en una revolución.

            Sin embargo, esto no significa que tengamos que irnos al extremo, y construir la revolución en torno a la lucha violenta y el discurso militarista. La violencia es un medio, pero nunca un fin. Es la palanca del cambio o, en palabras de Marx, “la partera de la nueva sociedad”. Pero ¿de qué sirve un medio si no hay un fin? ¿De qué sirve una partera si no hay un niño que va a nacer? La ira y la frustración invitan o empujan a salir a la calle y descargar la agresividad… Vale. Y después, ¿qué?

            A pesar de lo espectacular del imaginario revolucionario, de pueblos alzándose en armas contra el opresor, en las revoluciones históricas es más trascendente la parte constructiva y positiva que la parte violenta.

Quizás hizo falta cortar la cabeza al Rey en la Francia revolucionaria, pero desde luego la Revolución Francesa no es tan grandiosa por matar nobles, sino por crear la nueva democracia liberal burguesa y por los nuevos valores que alzaría como estandarte: libertad, igualdad, fraternidad.

Del mismo modo, la Revolución Rusa no ha cambiado la historia del siglo XX por derrocar a un Zar, sino porque inmediatamente el pueblo supo organizarse en consejos, en soviets, de forma absolutamente democrática y coordinada, sentando la base para todo posible cambio posterior.

            Revolución es un cambio absoluto, no sólo en las relaciones económicas, sino también en todas las relaciones humanas. Revolución es tratarse bien a uno mismo y las personas que nos rodean. Revolución es no simplificar las cosas, y comprenderlas en su contexto y su complejidad. Revolución es no reducir el discurso a dogmas sencillos. Revolución es no prejuzgar. Revolución es educar, es compartir. Revolución es saber vivir mejor con menos, y conseguir que la felicidad no dependa del consumo. Revolución es aceptarse uno mismo. Revolución es crear lazos sociales en tu barrio, y fomentar las economías cooperativas y la solidaridad. Revolución es hacer todo esto con una conciencia política y social clara. Como decía el Che Guevara: “un revolucionario auténtico está guiado por grandes sentimientos de amor”.

            ¿Lucha de clases? Desde luego. Pero no debemos olvidar una cosa: vivimos en una sociedad donde gran parte de la población obrera, desposeída, se siente más identificada políticamente con la ideología dominante y aspira al modelo de vida burgués. Si queremos una revolución en el sentido clásico de la palabra, debemos convencer a gran parte de estas personas, y eso no vamos a conseguirlo por las malas.

            Quizás la revolución sea, “simplemente”, sembrar el germen de la nueva sociedad, extenderlo, resistir los ataques y, una vez llegado el momento, poder dar el “palancazo”. Y que ese palancazo sea popular, legítimo y abra las puertas a un proyecto común.

            Lo único que espero es que dispongamos de tiempo suficiente para hacer todo eso…