jueves, 26 de abril de 2012

Mohamed Nasheed y las islas Maldivas


Mohamed Nasheed es el ex-presidente de las islas Maldivas, uno de esos países de los que jamás nadie se preocupa si no es para bañarse en una playa paradisíaca, beber leche de coco y descansar bajo una palmera...

Nasheed no es un gran revolucionario, ni uno de esos líderes anti-imperialistas que le plantan cara a las grandes potencias. Ni siquiera creo que sea socialista. No es Lenin, no es Ho Chi Minh, no es el Ché.

Simplemente es un hombre desesperado.

Desesperado porque tras pasar 6 años en la cárcel, luchar contra el régimen del dictador Gayoom y ganar en 2008 las primeras elecciones de la historia de Maldivas, se encuentra al frente de un país que corre un grave peligro de desaparecer de la faz de la tierra.

Y es que las Maldivas, un conjunto de unas 2000 islas con 300.000 habitantes son el país más bajo del planeta, con una altitud máxima de 2'5 metros sobre el nivel del mar... y rodeados de océano Índico.

Con el tsunami de 2004 ya vieron una muestra de los peligros a los que se enfrentan: en sólo una hora perdieron el 50% del PIB, por no hablar de las miles de personas muertas.

Nasheed ha sido uno de los líderes mundiales más importantes en la lucha contra el cambio climático. No se juega un salario o un puesto de trabajo, no politiquea con intereses económicos o discursos morales abstractos. Lucha por la supervivencia de su familia, de sus amigos, de su tierra, de sus compatriotas, de su cultura, de su idioma...

Si el nivel de carbono en la atmósfera no se reduce a las 350 partes por millón, y el aumento de la temperatura no se limita a 1'5 º, el aumento del nivel del mar será suficiente como para arrasar con las Maldivas y sus 300.000 habitantes en menos de un siglo. Otros países y ciudades costeras de baja altitud irán detrás. El resto del mundo no podrá ignorar las consecuencias.

EL cambio climático ya está destruyendo la pesca de la zona, arruinando la economía del país.

Y mientras Nasheed y los suyos se juegan la vida y sufren hoy por hoy las huellas del calentamiento global, tiene que ver cómo todos sus proyectos de supervivencia se estrellan contra la burocracia y la intransigencia de las cumbres de la ONU; contra los intereses económicos e imperialistas de países como EEUU, China o India; contra el poder de las grandes industrias de combustible fósil. Y no tiene fuerza para plantar cara, ni recursos con los que negociar.

Y mientras Nasheed y los suyos se juegan la vida, mientras decenas de miles de familias en Maldivas, y millones más en el mundo entero, corren riesgo de morir o arruinar su existencia a causa del mayor desastre ecológico de la historia, en los países del Primer Mundo nos creemos con el solemne derecho de sentarnos a debatir si el cambio climático es real.

Y mientras tanta gente sufre tenemos los santos cojones de abusar de coche y de aire acondicionado, y de calefacción y de sobre consumo energético, en aras de nuestra sacra libertad individual, que viene a significar “me da igual que se pudra la humanidad mientras yo tenga un sillón y una tele donde verlo”.

Nasheed tiene motivos para estar desesperado. Y más cuando hace unos meses ha sido derrocado por un golpe de Estado.

Es importante que su historia se conozca y que, al menos, todos pongamos un grano de arena a su causa…



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